“No al Operativo Aprender”: los maestros contra los exámenes
Columna de Jorge Lanata - Fuente Clarin
El
volante dice: “Si sos docente, no evalúes. Si sos padre, no permitas que
evalúen a tus hijos. Si sos alumno, no tenés obligación de rendir”.
El
título es “No al Operativo Aprender”. Entre patético y gracioso: no aprender,
podría resumirse.
Vivo en
un país donde los maestros están en contra de los exámenes, lo que finalmente
define una posición de vida.
No es casual que el
kirchnerismo haya intervenido el INDEC, más allá de los negocios de algunos y
del acuerdo con los acreedores: los datos acorralan al Relato; saber nos vuelve
responsables; algo tenemos que hacer, después, con eso que sabemos.
Una vez que
los datos están, aun ignorarlos deja de ser una actitud neutral.
Traté en la
radio, en vano, de que algún dirigente gremial de los maestros me explicara los
por qué de la oposición: fue en vano, afirmaban estar contra “la
estandarización” de la encuesta, y a uno de ellos llegué a preguntarle si
estaba en contra de la estadística.
¿Cómo evitar
la estandarización de una muestra de un millón y medio de personas? Sólo su
oposición dogmática a los exámenes -junto a su irresponsabilidad- puede
haberlos llevado, durante la “década ganada”, a aprobar alumnos por sugerencia
oficial, como sucedió en nombre de la “inclusión”.
En septiembre
de 2014, para dar solo un ejemplo del tono de la época, la docente Cecilia
Mariztani fue sancionada por ponerle notas bajas a sus alumnos y le pidieron
que modificara sus métodos de calificación. “Nuevo Régimen Académico del Nivel
Primario” se llamó el credo: eliminación de los aplazos, las materias previas,
la no obligatoriedad de compensar a fin de año y la admisión de chicos que se
reincorporan al sistema en el grado correspondiente a su edad biológica, eran
algunos de los mandamientos. Si a chicos mal alimentados en sus primeros dos
años por la economía le sumamos mal educados en sus siguientes quince años por
la educación, el resultado de la ecuación parece obvio: más Asignaciones y
menos libertad.
La frutilla
del cinismo requiere que todo se haga en nombre de la educación pública: el año
pasado las escuelas primarias públicas perdieron otros veinte mil alumnos.
A la hora de
los argumentos los grupos que militaron contra el examen enarbolaron -quizá sin
saberlo- la teoría Bush de la guerra preventiva o “doctrina de acción positiva”
que justificó la invasión a Afganistán: Estados Unidos “creía” que existían
armas nucleares y por eso invadió. Después las armas no existían, pero ya era
tarde.
Los maestros
sostenían que el motivo oculto de la encuesta era “privatizar la educación” o,
peor, averiguar cuáles eran las escuelas de peor rendimiento para quitarles su
presupuesto. Nada permite presumir que algo así suceda: ni declaraciones
publicas, ni privadas, ni la experiencia de los años pasados en la gestión de
la Ciudad. Pero como todo dogma, no soporta ser puesto a prueba: se actúa, se
reza y ya.
En algo los
maestros son consecuentes: ellos mismos no soportan las pruebas y saben que sus
calificaciones son, en la mayoría, parte de una ficción. Una vez al año, a la
hora de llenar la “Hoja de calificación del personal docente”, todos se llevan
a casa su diez automático. ¿Si en una clase de treinta chicos, tres no pasan de
grado puede ser normal, pero si no pasan de grado quince, no debería repetir
también, el docente que les enseñó?
El único
motivo que se me ocurre para estar en contra de un examen es que no se confíe
en obtener buenos resultados: miedo a que muestre lo que somos.
Argentina, por
ejemplo, tiene más estudiantes universitarios que Brasil. Pero menos graduados.
En Brasil se gradúa la mitad de los alumnos que ingresan y en Argentina uno de
cada cuatro. En Brasil, como en el resto del mundo, hay examen de ingreso. Acá,
la clase media prefiere seguir rezando una mentira: que la clase baja tiene
acceso; la clase baja ,en realidad, subvenciona a la media a través de
impuestos regresivos como el IVA para que los nenes abandonen la carrera.
La exigencia
no es necesariamente, de izquierda o derecha: en Ecuador se ingresa a la
universidad aprobando un examen por arriba de los 555 puntos, pero para las
carreras de Medicina y Docencia los puntos mínimos son 800.
Brasil, Chile,
Cuba, Ecuador, Colombia, Venezuela toman su correspondiente examen.
Pero lo peor
del Día de Resistencia Revolucionaria al Examen no fue nada de lo anterior.
-“Choripanero
empoderado”, firmó con su letra despareja uno de los alumnos encuestados.
-“Qué sentís
cuando usas la computadora en la escuela? Orgullo por la inclusión social”,
escribió otro.
Uno inventó
pregunta y respuestas: -“Sos descendiente de Milagro Sala? Si-No. “Déjenla
libre, putos.” -“Cómo te va en las materias relacionadas con las Ciencias
Sociales? Mejor que al presidente, seguro”, dijo un chico.
-“Qué
actividades hiciste en tu tiempo libre fuera del horario escolar? Fui a
manifestaciones en oposición a este gobierno de mierda”, anotó otro estudiante.
Sus maestros
deben estar orgullosos.