martes, 26 de enero de 2016

Detrás de Sala no hubo ningún milagro

Detrás de Sala no hubo ningún milagro

Milagro Sala encarna la derrota de la política. Es la foto de una Argentina acostumbrada a manipular planes asistenciales para responder carencias apremiantes y usar políticamente a los pobres en nombre de los pobres.
Es el arquetipo de líderes que ascendieron en la última década. Detrás de la apariencia de justicieros construyeron una mezcla de pymes y patotas a partir de las necesidades de la gente.
En Jujuy Sala edificó un Estado corrupto y paralelo. Lo denunció el propio ex gobernador kirchnerista Fellner. Tenía tanto poder en la provincia que la llamaban “la Gobernadora”.
Era la receptora privilegiada de una montaña de millones enviados por el Estado nacional. Con esos subsidios manejaba arbitrariamente más ayudas que Fellner y con esos millones enfrentaba y chantajeaba al mismo Fellner. Su jefa, Cristina Kirchner, sabe por qué.
Fellner aplicó con Sala la Gran Scioli: denunciaba en voz baja que era un rehén de Cristina pero jamás se atrevió a enfrentarla. Por miedo al castigo de Cristina o por miedo a la reacción de Sala. Y seguro que por las dos cosas juntas.
Fue dos veces rehén. Y así le fue: en una provincia históricamente peronista, perdió por paliza con Morales, un radical.
Para trabajar con Sala o para conseguir alguno de los beneficios que Sala otorgaba, la afiliación y la obediencia política y personal eran condición inapelable. Un informe asegura que el 10% de los habitantes de Jujuy estaba afiliado a la Túpac Amaru. Mucho más por necesidad o por conveniencia que por convicción.
Esa manera tan denigrante de comerciar las carencias básicas de la gente hizo que la gente al final se hartara. La otra parte la aportaron la patota y los códigos mafiosos de la Túpac: daba o quitaba en función de lealtades absolutas. Todo apoyado en un régimen de delación interna.
Hacia afuera eran piquetes, tomas, asentamientos, escraches y, si fuera necesario, cualquiera de esas amenazas poniendo a los chicos por delante. Se vio en este conflicto: piletas Pelopincho para poblar con niños el acampe y tenerlos a mano como escudo frente a un eventual desalojo.
Una dinámica sostenida en el apriete. Ese es todo el milagro de Sala. O habría que decir que ése fue el milagro de Sala. Perpetuar asistencias sociales que deberían ser excepcionales. Si el plan único es el asistencialismo, lo único que se consigue es cristalizar la pobreza.
Más del 58% de los jujeños votó por Morales y en contra de este sistema. Y en favor de una mejora real en su vida, que no es justamente la que Sala le ofrece.


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