GRACIAS TOTALES! GRACIAS CAMALOTALES!
En
referencia a los camalotales arribando a las costas del Río de la Plata, hemos
visto y leído muchas tonterías en los canales más
importantes y en muchos medios de prensa, notas amarillistas asustando con las
palabras invasión y alimañas... Vamos por eso a compartir este escrito de
nuestro querido amigo Claudio Bertonatti, una de las principales personalidades
de la conservación en Argentina.
Elogio
y gratitud a la "invasión" de camalotales
La
verdadera invasión a las costas bonaerenses y porteñas no es de serpientes ni
de camalotales. Es más bien de estupidez e histeria bajo el auspicio de
periodistas desconocedores o amarillistas. Basta ver los titulados o bien los
comentarios que hacen sobre serpientes mientras muestran anguilas…
Comúnmente,
una caminata por las costas de Avellaneda, Bernal, Quilmes, Berazategui,
Ensenada, Berisso y La Plata tiene más olor a pescado podrido y marginalidad
que a naturaleza y desarrollo. Es un paisaje ribereño dominado por escombros,
basura, cemento, vandalismo, vertidos líquidos contaminantes, destrucción de la
naturaleza y abandono municipal. Pero no se trata de una desidia de los últimos
meses sino de las últimas décadas.
Por
eso, demos gracias que llegaron enormes tandas de camalotales para purificar un
poco el agua, embellecer y mejorar esa postal ribereña tan triste. Los vecinos
más antiguos todavía recuerdan cuando disfrutaban de estas costas como
balnearios libres de contaminación y ricos en peces. Lo hacen con melancolía,
con esa suerte de felicidad de estar triste, al decir de Rubén Darío.
Así
que esta "invasión" de camalotes es una invitación oportuna (hasta
políticamente, dado el cambio de gestión) para replantearnos que visión tenemos
de nuestro paisaje ribereño y de nuestro patrimonio natural. ¿Sentimos que
tenemos algo que ver con este Río de la Plata? ¿Nos interesa restaurar y
recuperar al menos una parte de su fisonomía original? ¿O preferimos terminar
de “domesticarlo” para borrar del mapa todo rastro salvaje de su pasado?
Es tal
la desconexión con nuestro pasado y nuestra naturaleza del Río de la Plata que
a días de conmemorar los 500 años de su “descubrimiento” (por el piloto mayor
del reino de España Juan Díaz de Solís) lo más probable es que ese día pase sin
pena ni gloria; olvidado. Podríamos conmemorar, entonces, 500 años de abandono
y desidia. Pero sería más sano celebrar el redescubrimiento de nuestra
naturaleza ribereña. Son muchas las personas que todavía buscan descubrirla y
valorarla sin tener que hacer turismo por Entre Ríos, Santa Fe o Corrientes. No
todo está perdido. Es cierto que hay un contexto casi patológico donde los
empobrecidos municipios destinan más recursos humanos y logísticos (como
topadoras) para retirar y destruir la vegetación autóctona que en retirar la
basura. Pero hay que apostar a que sepan redireccionar sus energías a
fortalecer sus pocas reservas naturales, restaurando su vegetación degradada,
limpiándolas y dotándolas de guardaparques (algunas ni los tienen), senderos,
pasarelas, miradores, áreas de descanso, servicios sanitarios y hasta centros
de interpretación que le expliquen a los vecinos y a los visitantes “para qué
sirven”, qué beneficios reportan para la sociedad.
Esas
pocas reservas naturales municipales existentes de la región (Ribera Norte,
Vicente López, Costanera Sur, Costanera Norte, Costa de Avellaneda y Quilmes,
Punta Lara) son de enorme valor. Ellas encarnan la “resistencia” natural y cultural
para que los bonaerenses y porteños podamos volver a revisar quienes somos,
conociendo y cuidando nuestro patrimonio.
Claudio
Bertonatt
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